14 de octubre de 2013

Pensando Pi

Pensando Pi

Creo que podemos ponernos de acuerdo en que dibujar un círculo a mano alzada es una tarea muy difícil. Siempre sobra un poquito de allá y falta un poco de acá, resultando en una figura medio deforme y muy alejada de lo que uno tenía en mente.

Quizás la característica más importante de los círculos es que si uno toma su circunferencia y la divide por su diámetro va a obtener siempre un número en particular sin importar el tamaño del círculo. Ese numerito es Pi.

Lo interesante es que aunque esta propiedad es conocida desde hace miles de años, no se conoce exactamente cuál es ese número Pi.
Legiones de pensadores y matemáticos de la antigüedad han ajustado sus mediciones y han propuesto distintos valores. Algunos decían 3,125, otros 3,16 ó 3,22. Incluso en la escuela quizás nos hayan enseñado que Pi es 3,1416 pero eso tampoco es cierto. Lo que sí es cierto es que Pi resulta ser un número bastante escurridizo.

Durante cientos de años, los matemáticos se han topado con el problema de calcular con mayor exactitud este número. Alrededor del 1800 A.C los egipcios aproximaban Pi como 3,16 mientras que los pueblos mesopotámicos usaban el 3,125. Por otro lado, en el Antigüo Testamento existe evidencia de que el pueblo hebreo de esa época aproximaba directamente por el número 3. ¡Para qué molestarse tanto!

Pasaron los egipcios, los babilonios, los griegos, los romanos y los chinos con sus intentos por encontrarlo pero fracasaron. Pi era algo demasiado fino para que sus manos lo pudieran agarrar sin que se les escurriera entre los dedos. Pi era algo que no se habían imaginado.

Pi era irracional.

Fue recién en el siglo XVIII que Johann Heinrich Lambert probó que Pi no podía ser expresado como una división de dos números enteros. Como consecuencia, este número tiene un desarrollo decimal infinito, es decir que sus dígitos detrás de la coma no terminan nunca. Y nunca es nunca. Esto tiraba automáticamente por tierra todos los intentos de sus antepasados por encontrarlo, ya que todos ellos habían propuesto números con desarrollo finito o, justamente, división de dos enteros; por ejemplo: 3,125 ó 22/7.

Hoy por hoy existen computadoras que se pasan día y noche haciendo cuentas para llegar a nuevos decimales del mismo, así que lo que hace casi 4000 años los egipcios aproximaban con 3 o 4 dígitos, ahora nosotros lo manejamos con 10.000.000.000.000 símbolos de longitud.

Algunos científicos cuestionan la utilidad de tener semejante cantidad de decimales ya que sólo una decena de dígitos son suficientes para hacer cálculos físicos de gran exactitud y predicciones probabilísticas fiables. Incluso se afirma que con tan solo 39 dígitos se tiene lo necesario como para calcular el volumen total de todo el universo conocido con la precisión de tan sólo un átomo...



... pero uno nunca sabe ¿no?